El de la "honra".

Así se le llama, en el contexto deportivo, a la anotación o victoria de último minuto que evita que el competidor sea derrotado por blanqueada o barrida.

A 32 minutos de que termine el 2015, nada evitará que me avergüence haber abandonado este viejo blog durante todo este año que suponía celebrar el décimo aniversario de su creación.

¿Por qué dejé de escribir?

No sé. O sí sé, pero no tengo tiempo para explicarlo y terminar antes que den las 12.

Que esta pequeña entrada, la de la "honra", me sirva de recordatorio de lo que alguna vez me movió a escribir en este espacio, de que todavía tengo cosas que decir, y de que un sentido de urgencia ante mi percepción de lo que es mi tiempo escapándose entre mis manos debiera motivarme a volver a poner aquí mis ideas, mis opiniones, mis reflexiones... todavía pensando que tal vez, algún día, alguien querrá leerlas.


Hoy.

He sido tantas cosas para tí, y lo sé.

He sido luz y he sido sombras.
he sido lágrimas y risas.

He sido paz y turbulencia, 
y he sido compañía 
más (espero) de lo que he sido ausencia.

Te he hecho sentir calor.
Te he hecho sentir vergüenza.

He sido tu distorsionada imagen en el intangible espejo,
no en el que lo corto se hace largo ni lo angosto se hace ancho
sino en el que lo joven se hace viejo.

Pero hacerme viejo 
en tu vida, 
eso ha sido, te lo juro, un privilegio.

Estas manos.

 Para mi amada tía Silvia, con todo mi agradecimiento.

Estas manos me cargaron casi tan pronto como nací.

Cocinaron para mi, me alimentaron. Me bañaron y vistieron. Me arroparon por las noches y me trajeron vasos de agua hasta la cama en mitad de la madrugada. Limpiaron lo que mis travesuras ensuciaron, lavaron y plancharon mis ropas, pegaron mis botones y remendaron mis pantalones.

Estas manos jugaron conmigo, y tambien se envolvieron en un trapo rojo para asomarse por una ventana y asustarme lo suficiente como para que dejara de ser un chamaco difícil y me comportara... por lo menos por un rato.

Pero jamás me golpearon, ni empujaron ni trataron con la mínima rudeza.

Estas manos me cuidaron en mi enfermedad y curaron mis heridas . Me pusieron merthiolate en mis raspones infantiles de codos y rodillas.

Tomaron muchas veces mi temperatura, posándose sobre mi frente, sin la precisión de un termómetro pero con la sabiduría de su instinto materno

Estas manos que sin embargo no son las de mi madre me trataron como si lo hubieran sido.

Estas manos me moldearon.

A partir de ayer, nunca podré volver a tomar estas manos con las mías...

Lo que estas hermosas manos hicieron por mi, el amor con que me tocaron y todo lo que me dieron se quedará conmigo para siempre.

Estas manos, que cuando niño me enseñaron a jugar la pirinola me mostraron también que el camino en la vida es, contario al juego, no tomar nada... Es darlo todo.