Para mi amada tía Silvia, con todo mi agradecimiento.
Estas manos me cargaron casi tan pronto como nací.
Cocinaron para mi, me alimentaron. Me bañaron y vistieron. Me arroparon por las noches y me trajeron vasos de agua hasta la cama en mitad de la madrugada. Limpiaron lo que mis travesuras ensuciaron, lavaron y plancharon mis ropas, pegaron mis botones y remendaron mis pantalones.
Estas manos jugaron conmigo, y tambien se envolvieron en un trapo rojo para asomarse por una ventana y asustarme lo suficiente como para que dejara de ser un chamaco difícil y me comportara... por lo menos por un rato.
Pero jamás me golpearon, ni empujaron ni trataron con la mínima rudeza.
Estas manos me cuidaron en mi enfermedad y curaron mis heridas . Me pusieron merthiolate en mis raspones infantiles de codos y rodillas.
Tomaron muchas veces mi temperatura, posándose sobre mi frente, sin la precisión de un termómetro pero con la sabiduría de su instinto materno
Estas manos que sin embargo no son las de mi madre me trataron como si lo hubieran sido.
Estas manos me moldearon.
A partir de ayer, nunca podré volver a tomar estas manos con las mías...
Lo que estas hermosas manos hicieron por mi, el amor con que me tocaron y todo lo que me dieron se quedará conmigo para siempre.
Estas manos, que cuando niño me enseñaron a jugar la pirinola me mostraron también que el camino en la vida es, contario al juego, no tomar nada... Es darlo todo.