"Esto es realmente una pena.
Deberíamos darnos todo el amor uno al otro,
no este odio que nos destruye.
Esto es realmente una pena, es una pena."
Celia Lora ya era una mujer con un alto perfil público , al menos por asociación, al ser hija de Alex Lora, lider de El Tri, una de las bandas emblemáticas en la historia del rock mexicano.
Diego Fernández de Cevallos ya era un hombre con un alto perfil público. Abogado, político, congresista en diferentes legislaturas, ex-candidato presidencial. Creyente y practicante de la doctrina de "lo que no está prohibido está permitido". Hombre que consiguió poder y fortuna actuando en estricta legalidad, dirían sus defensores, pero con inexistente -cuando menos cuestionable- moralidad, diría yo.
En fechas recientes los dos se han convertido en noticia, en tema sobre la mesa de discusión nacional.
Celia Lora provocó un accidente automovilístico, mientras conducía presuntamente en estado de ebriedad, que le costó la vida a un hombre. Diego Fernández de Cevallos desapareció sin dejar mayor rastro que una mancha de sangre, mientras se encontraba dentro de uno de sus ranchos en Querétaro; presumiblemente fue secuestrado y su familia estaría negociando actualmente su liberación.
Las reacciones que se dieron entre la opinión pública en diferentes espacios en internet, como redes sociales y portales de noticias, me sorprendieron -no puedo negarlo- tanto por duras como por contradictorias. Unos pedían la aplicación de la justicia legal para Celia, la "asesina"; otros declaraban justicia divina ante el destino aparentemente fatal de Diego, el "corrupto", sin importar que ello implicara la impunidad de un crimen.
Pocas fueron las expresiones de compasión. Tal vez mostrar esa clase de humanidad no sea "cool" o "trendy", tal vez merezca que los demás te bloqueen, borren o "den unfollow".
La otra tarde escuché a Ciro Gómez Leyva abrir su noticiero en radio con un mensaje de solidaridad para Alex Lora y deseos de que el difícil trance que vivía esa familia pasara pronto. Casi de inmediato llegaron llamadas del público que demandaban que la hija del músico pagara su crimen y se le aplicara la ley con todo rigor. El periodista nunca pidió lo contrario, sólo expresó su simpatía y buenos deseos para una familia angustiada y sumida en incertidumbre.
Celia y Diego, junto con el resto de nosotros, vivimos igualmente en un país lleno de bondades, pero tristemente aquejado por grandes males. La corrupción y la impunidad son dos de ellos. Lo infestan, lo lastiman, lo laceran; son dos de las causas principales de la crisis social de nuestro presente y amenazan la calidad de nuestro futuro. Sin embargo estos males no nos afectan a todos por igual. Muchos son los afectados por dichas corrupción e impunidad y muy pocos, comparativamente, los que de ellas se benefician.
Entiendo que esa dureza de juicio, y lo que yo considero insensibilidad, puede justificarse por el hartazgo de un sector de la sociedad ante la impunidad de que hemos visto gozar a algunos privilegiados, famosos o V.I.P's, pero me doy cuenta que esa no es la motivación detrás del comportamiento de la mayoría. En las páginas de comentarios de sitios de noticias y en twitter ví júbilo, ira, burla, rencor.
Ví odio.
Ahora, mientras escribo estas líneas, Celia está en prisión, en espera de que se desarrolle el proceso penal correspondiente y sin saber cuanto tiempo pasará para que pueda volver a casa; Diego está... Dios sabe donde, sin ni siquiera saber, imagino, si algún día volverá.
La prisión de una y el secuestro del otro seguramente alterarán sus vidas, y las de sus seres más queridos, tal vez para siempre. Los dos están viviendo una gran desgracia y la parte dura de la opinión pública argumentará, sin duda, que ella no es sino una consecuencia de sus actos.
Celia y Diego no son los únicos. Este país vive también una desgracia, otra más en la larga lista, que es estar habitado por un número cada vez mayor de gente resentida que clama por el satisfactor que su clara conciencia o animal instinto les exige: justicia para unos, sangre para otros.
Esa incapacidad o indisposición, no sé que es peor, a sentir compasión por otro ser humano cuya vida esta siendo trastocada en formas en que la mayoría no podemos siquiera imaginar se está convirtiendo también en un acto colectivo que no puede ser sino síntoma de los profundos niveles de descomposición social a los que hemos descendido y que de continuar propagándose así, irreflexivamente, tendrá también su consecuencia: ver a México, un país de resentidos -con o sin justificación-, convertido en un país de miserables.
De gente mierda.
4 lectores opinan...:
Si es muy triste todo lo que esta pasando.. Es una pena leer en foros, los comentarios en las notas de los diferentes periodicos, me atreveria a decir que un 80% de quienes opinan disfrutan del dolor por el que estan pasando estas familias, no se si sea una forma de sacar frustracion por lo que deben estar pasando ellos.
En el caso de Diego yo tengo muchas dudas me parece extraño lo que esta pasando siento que hay muchos intereses ocultos en esta desaparicion y pueden ser politicos mas alla de ser cuestion del crimen organizado ( si este fuera el caso ya hubiera aparecido su cuerpo ).
Y de Celia? es un lamentable accidente que te puede pasar a ti, a mi o a algunos de los nuestros( Dios quiera nunca nos pase ) andes ebrio o no andes ebrio todos estamos en el mismo riesgo.
Que me digan quien no conduce con unas copitas encima?
En fin ya no me quiero enojar jajaja
Besos
Roxx
HOLA,
Gracias por darte el tiempo de escribir y compartirnos tu sentir.
Tambien me toco escuchar lo de GL
ya se le estaban hechando monton, hasta recuerdo que dio explicacion de lo que explicas.
Saludos y que estes mejor.
@Savi: gracias a tí por leer y comentar. saludos también y que todo ande bien por allá.
Hola
Me gusto la reflexión que hiciste. Que lastima por estas familias, Lora y Fernandez, y que lastima por la gente que solo puede expresarse a través del odio y resentimiento.
Saludos :)
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