Profesionista a los 40.

Todos hemos pasado por ahí. Es parte de crecer. Desde que entendemos que la educación que recibimos, según nos dicen, tiene por propósito prepararnos para en un futuro "ser alguien" cada quien nos imaginamos dedicándonos a la profesión que creemos que más nos gusta. A quién no le preguntaron cuando niño "que quieres ser de grande?". Todos teníamos una respuesta para eso.

Pronto aprendemos, también, que la convención social establece que la ruta para llegar a esa meta pasa, en orden, por instituciones escolares de diferente nivel. La Primaria, la Secundaria, la Preparatoria y finalmente la Universidad, y para cada una hay un marco temporal dentro del cual se espera que cursemos cada una de ellas. Lo "normal" es que a los 22 o 23 años, en la mayoría de los casos, una persona que se dedicó a estudiar se encuentre ya en posibilidades de tener en sus manos un título universitario.

Frecuentemente en plena adolescencia pensamos que ya tenemos resuelta nuestra vida. Que vamos a estudiar, en donde vamos a trabajar, cuanto vamos a ganar; bueno, hasta el nombre de los hijos y del perro.

Es también frecuente, sin embargo, que las cosas no resulten como en aquel entonces las concebimos. Suceden contratiempos, pasan problemas, enfrentamos giros del destino, sucede... la vida, y en ocasiones ella nos lleva por otros caminos, alejados del convencionalismo, de la generalidad.

Creo que el transcurrir de la existencia implica una constante perdida de oportunidades y una renuncia a sueños, desde nuestro primer día en este mundo, pero al mismo tiempo creo que, de forma relativamente paradójica, cada día vivido nos presenta nuevas oportunidades y la posibilidad real de perseguir nuevos sueños.

"Hay que estudiar para ser alguien" es una frase que comúnmente decimos los adultos a los chicos, pero en realidad eso sólo es un anacrónico cliché. Un título, que a final de cuentas es un pedazo de papel, no nos hace alguien por sí mismo. Son nuestras habilidades, cualidades, conocimientos, y de manera particularmente importante nuestra calidad humana las que pueden darnos, y a lo que hacemos, un valor especial a los ojos de los demás.

No siempre es necesario "estudiar" para ser ese alguien, pero a veces lo es para poder hacer lo que deseamos, para adquirir un nivel o capacidad que satisfaga a nuestras aspiraciones, a nuestro proyecto de vida.

Algunos nos damos cuenta de eso más tarde que temprano y para muchos es difícil sobreponerse a la actitud conformista, al sentimiento de que es "demasiado tarde" para tal o cual cosa, para prepararse en este caso, y es fácil achicarse al compararse con los demás, sentir que nos llevan mucha ventaja. El sistema en que vivimos, después de todo, promueve constantemente la competencia y hace énfasis en que para ser exitoso hay que superar, vencer o derrotar a otros.

Yo creo, con convicción, que las competencias mas importantes en la vida son aquellas en que la victoria se consigue básicamente al no derrotarnos a nosotros mismos.

Entender eso, a la edad que sea, trabajar duro y luchar por superarse, por prepararse para conseguir ese bienestar que, más que nada, le permita a un ser humano acercarse a su realización y a lo que yo entiendo como felicidad es algo loable, totalmente admirable.

Mónica, mi cuñada -y amiga-, lo hizo. Hace poco tiempo terminó su carrera y se ha graduado, con honores, como Licenciada en Psicología. Ella y su logro son el motivo de esta entrada, escrita más que nada con el cariño y la admiración que le tengo.

Muchas felicidades Mónica, profesionista a los cuarenta.*

Mi cuñada y sus reconocimientos,

el día de su graduación.

*Addendum: Y felicidades también por tu cumpleaños cuñis, el 41! Abrazos! :D