16 de Septiembre. Ser mexicano. Ser libre.

En estos días, y como recientemente cada año, se ha vuelto común leer, escuchar y ver a través de los medios de comunicación expresiones de desilusión y decepción al cumplirse un aniversario más del inicio de la lucha de Independencia en México.

El consenso parece ser que no hay nada que celebrar. La crisis económica vuelve aún más pesadas las tremendas lozas de la pobreza y la desigualdad social que perennemente llevamos a cuestas. Otra crisis, la de gobernabilidad, se pone cada vez en mayor evidencia ante el clima de violencia encarnizada y sin sentido que nos azota. Algunas voces intelectuales y de líderes políticos rechazan que México sea un Estado Fallido. Basta con cambiar participios por gerundios. No hay manera de negar que el nuestro es un Estado que está fallando.

Dónde está nuestra libertad? Quién nos va a rendir cuentas por ella?

Nuestros gobiernos, en todos los niveles, en diferentes épocas son ciertamente responsables. El camino de la corrupción que han seguido nos ha traído indudablemente a donde nos encontramos ahora. No podemos engañarnos. Libertades como la de expresión, la de tránsito, la de asociación y hasta la de oficio están acotadas por los intereses de la criminalidad en complicidad con muchas autoridades. Hay lugares en nuestro país donde de plano no existen, y en su mayor parte practicarlas implica un riesgo, mayor o menor, pero muy real. Tampoco podemos aspirar a ser independientes cuando hemos fracasado en conseguir la autosuficiencia de la nación y en distribuir la riqueza más equitativamente.

Sin embargo hay otras responsabilidades que asumir, como pueblo, en esta coyontura de desencanto.

El desinterés ciudadano, la indiferencia cívica y la falta generalizada de una conciencia colectiva, aunque algunos puedan encontrarles justificación, nos esclavizan. Nuestro bagaje histórico también lo hace. La incapacidad para superar las pérdidas sufridas (de territorio, de riqueza, de dignidad) y los prejuicios y resentimientos que nos generaron no nos dejan progresar. La clase de independencia y soberanía que en el discurso algunos enarbolan como bandera ideológico-política equivale a un ostracismo autoimpuesto. Frente al fenómeno de la globalización sólo pueden adoptarse una de dos posturas básicas: aceptarlo e integrarse a él o enterrar la cabeza en la arena y pagar las consecuencias.

Nuestra responsabilidad es con el México de hoy y con el del futuro, no con el de los próceres y héroes de los libros de texto. Evaluar correctamente las condiciones y posibilidades de hoy así como realizar las acciones que sean necesarias para progresar es una obligación. En los éxitos y beneficios que de ello resulten encontraremos la solución a los muchos problemas que nos aquejan y también el legado que podremos poner en las manos de los mexicanos del mañana. Después de todo, y parafraseando el antiguo dicho de los nativos norteamericanos, "la Patria no nos ha sido heredada por nuestros padres, nos ha sido prestada por nuestros hijos".

Como individuos, por otro lado, también hay que cuestionarnos la calidad de nuestra libertad personal. Muchos hemos degradado esa libertad a la mera posibilidad de decidir de qué cosa deseamos ser esclavos: del alcohol, de las drogas, de la ignorancia, de relaciones abusivas y destructivas, de odios personales, del trabajo, etc.

Cómo conseguir nuestra verdadera independencia entonces? Cómo ser libres? Cómo sentir verdadero orgullo de ser mexicanos? No estoy seguro de eso, pero de esto sí: ser mexicano significa mucho más que "ponerse la verde", una máscara del Santo, tomar tequila "de Hidalgo" y gritar "Viva México, cabrones". El sólo hecho de haber nacido y crecido en este rango particular de latitudes y longitudes no es suficiente. Confiando en mi instinto y en lo que he aprendido a lo largo de mi vida de muchos otros mexicanos, familia, amigos, maestros y hasta extraños, que aman esta tierra, puedo decir que será mediante la conciencia social y cívica, la participación ciudadana, la educación, la fomentación y difusión de valores, la cultura, la atención inmediata a los más necesitados -integrándolos y no marginándolos- como podemos buscar ser libres. Hasta el día de hoy a nadie nos obligan a convertirnos en consumidores de los mercados ilícitos de los que se nutre el poder del crimen organizado en el país. Cada peso que gastamos en el mercado de la droga, el de la piratería, la prostitución, el contrabando, en general en el clandestinaje, es un peso más que pagamos para seguir siendo esclavos. No es mojigatería, es la verdad.

La libertad, como la felicidad, no se declara ni se promulga, se lucha por ella todos los días. Como en toda lucha tenemos que desear ganar, de otra manera habremos fracasado desde antes de intentarlo. La libertad cuesta mucho porque vale mucho. Hay que pagar por ella con esfuerzo, con sacrificio, con convicción y con amor por nosotros mismos y por nuestros semejantes. En esa lucha, nuestra, no de ningún antepasado de hace 200 años, podemos encontrar el verdadero orgullo de nuestra identidad, de nuestra mexicanidad.

Reflexionémoslo. Debatámoslo si es necesario. Asumamos los costos. El camino es uno, y es difícil de seguir, pero una vez que lo tengamos plenamente reconocido entonces sí preguntémonos, y respondámonos con total sinceridad...

Realmente queremos ser libres?

3 lectores opinan...:

Pearl dijo...

Te quedo muy padre esta entrada, me gusto mucho sobre todo esta frase: "Como en toda lucha tenemos que desear ganar, de otra manera habremos fracasado desde antes de intentarlo".

Besos :)

SaviloG dijo...

Coincido contigo PEARL.

Esta muy bien redactado y todo muy cierto, pero el detalle quien empezara para que todos los demas nos unamos, porque habria que hacer una guerra donde habria muchos muertos y quiza sea esa la razon por la cual no levantamos las manos para no seguir siendo esclavos.

Saludos!!

iosephus dijo...

Savi: la guerra que hay que dar no es en las calles, a balazos, es en las familias, en las escuelas, en los medios, es con educacion, valores y con mucha conviccion.

pasa por, para empezar, no darles a unos lo que desean de nosotros: nuestro dinero. por lo menos no voluntariamente y a cambio de sus chingaderas, por mas que nos gusten. a otros no darles lo otro que desean de nosotros: nuestros votos sin exigirles rendicion de cuentas y cumplimiento de compromisos.