Recuerdo que uno de mis escritos fue una reflexión, con más dudas que claridad, sobre el verdadero significado de la navidad. Bendecido hasta aquel entonces por haber vivido cada una de mis navidades previas entre familia, amigos, posadas, villancicos, regalos, luces, comida deliciosa y una dicha característica, sólo podia preguntarme que significaba, cómo se vivía, esta época cuando todas las cosas que antes mencioné (y que sabía también que no daban el verdadero significado de la navidad pero que me resultaba difícil separar) no estaban ahí.
Me pregunté dónde estaría la navidad para aquellos que estaban solos, para los ancianos, para los enfermos.
No llegué a ninguna conclusión, pero escribir sobre esto me dejó (y esta parte no la escribí) con un sentimiento a final de cuentas de alivio por no encontrarme en ninguna de esas situaciones en aquel entonces.
El tiempo pasó y a los 21 años una estancia de dos meses en el hospital, entre Diciembre del 94 y Enero del 95, hizo que se me "perdiera" una navidad. Yo era muy joven sin embargo, y una vez que salí adelante aquello se convirtió sólo en un mal recuerdo.
Pero hoy, en el presente, esta época llegó en un momento terriblemente dificíl, tanto personal como familiarmente. Este año no hubo árbol, luces, regalos, gorritos o cenas especiales. Verlo y vivirlo me dolió pero también me molestó porque, tantos años después de escribir aquella infertil reflexión en mi libreta de Redacción, pensé que era incapaz de vivir la navidad al carecer de todas estas cosas que suelen rodearla.
Fue así como me sentí hasta que una mañana, ya entrado este mes, recibí un par de tarjetas navideñas, hechas a mano, de dos jovencitas hermanas e hijas de mi enfermera, llenas de palabras de aliento, de buenos deseos y de genuino interés por mi persona.
Ahí encontré mi navidad. En este acto que me hizo recordar que mi verdadero significado para ella es el amor, el interés y la procuración no sólo de los más cercanos, sino también de nuestros semejantes, de aquellos que sabemos necesitados de ser reconfortados tanto física como emocionalmente, porque yo soy alguien que creo que todos somos en cierta forma hermanos, y que el mundo que Dios nos ha dado sería mejor si muchos más pensaran así.
Eso no ha cambiado, ni cambiará, por duros y difíciles que sean los trances que enfrente yo, o la familia amada a la que pertenezco.
Feliz Navidad.